En el corazón de la comuna 3 de Medellín, entre las laderas de Manrique, se despliega Constelaciones, el macromural más grande de la ciudad. Pero más allá de su inmenso valor artístico y visual, este lugar es un epicentro de transformación humana y comunitaria, donde el turismo se convierte en un puente entre culturas, sueños y segundas oportunidades.
Mary Luz Atehortúa, una mujer nacida y criada en Manrique, es una de las voces que lideran esta experiencia. Superviviente de un accidente laboral y de cáncer de mama, encontró en el turismo una nueva forma de darle sentido a su vida. “Después de estos dos grandes desafíos siento la necesidad de darle un significado más profundo a mi vida. Y por casualidad llega el turismo a mi camino y descubro que a través de él puedo ayudar a cumplir el sueño de muchas personas”.
Mil historias por contar, mil historias por sentir.
Lleno de color y simbolismo. También se conectan con historias locales como la de Telma, emprendedora del Chocó que sueña con fortalecer su restaurante, o la de Óscar, artista que muestra su obra al mundo mientras camina junto a los viajeros.
Mary Luz destaca que ahora en el turismo los viajeros buscan más que conocer lugares, poder aportar a ellos generando un impacto positivo en las comunidades que visitan y “eso es lo que hacen desde el primer momento que llegan a “constelaciones”, muchos llegan hablando otro idioma, y eso ha tenido un impacto inesperado y muy positivo en nuestra comunidad”. El interés por aprender otras lenguas ha crecido entre niños y jóvenes, abriendo nuevas oportunidades de futuro. Además, los visitantes no llegan con las manos vacías: muchos se han sumado a sueños comunitarios como el de mejorar el parque infantil del barrio, un lugar clave para el bienestar de la infancia local.
Aquí no se muestran simplemente murales; se comparten memorias, luchas, alegrías y proyectos. “No mostramos lugares, conectamos historias. Y eso es lo que me hace vibrar”, afirma Mary Luz con una sonrisa.
Visitar Constelaciones es una invitación a ver el arte como catalizador de cambio y a conocer una Medellín que no se queda en los titulares, sino que florece desde sus barrios, con el impulso de quienes nunca dejaron de soñar.
